No estamos contentos con el pobre cuidado que se realiza de algunas calles de Madrid. Parece que las promesas de la alcaldesa Manuela Carmena de mejorar las infraestructuras de la ciudad se ha quedado solo en agua de borrajas. Y nunca mejor dicho porque cada vez que llueven cuatro gotas en Madrid se anegan buena parte de los puentes, túneles y calles de la ciudad.
Un fisco de neblina, cuatro gotas y una racha de viento, y convierten sus pistas en intransitables.
El lince lo pagaban a 4 duros, el zorro a 3, el tejón a 3, y el meloncillo a 2. Y los chiquitillos, como el turón o la comadreja, lo pagaban a 10 pesetas, me parece. Después, las águilas a 10 pesetas la imperial, y el milano a 5, la urraca a 1,50. La grajilla no la pagaban, pero cogíamos su pata, que es un poco más corta, y poníamos una de urraca abajo y una de grajilla arriba; las dos eran negras y así las vendíamos. Cuando se mataba un lince, le cortábamos el rabo, lo entregábamos en el Palacio y me daban 20 pesetas; después lo traía a Almonte a un tal Domingo Gavira, que era sombrerero, vendíamos la piel y se le sacaba 12 duros. Y había muchos, yo he matado 23 linces, unos grandes, otros chiquititos.
La instalación consta de más de 50.000 tallos de luz coronador con esferas de cristal, y cubren una superficie equivalente a 4 campos de fútbol.
